Se comportan como pequeños científicos en exploración constante. Buscan incansablemente en todos los cajones, juegan y derraman líquidos, rasgan y garabatean sobre cualquier papel que encuentren, y desbaratan juguetes tratando de entenderlos mejor.
Continúan usando ensayo-error para resolver problemas, pero comienzan a resolver simbólicamente algunos de ellos, es decir, manipulando imágenes mentales para anticipar el resultado sin necesidad de experimentar.
Las representaciones mentales también comienzan a manifestarse a través del juego simbólico. Por ejemplo, cuando juegan moviendo una caja y una botella imaginando que son un carro y un cohete espacial. El juego simbólico continuará presente durante años, cada vez con representaciones que reflejan más fielmente la realidad.
Su habilidad para caminar y equilibrio siguen mejorando, lo que les permite transportar objetos cada vez más grandes. Algunos niños podrán correr distancias cortas y subir escaleras apoyándose solo en la baranda.
A medida que se acercan a su segundo cumpleaños experimentarán cada vez más sensaciones y necesitarán ayuda de sus padres para poner sus sentimientos en palabras. Su incapacidad para hacer esto puede traducirse en frustración, rabietas u otros tipos de comportamiento no deseados.